miércoles, 7 de marzo de 2012

Entre nubarrones: la ingenuidad




Ando cercana a los negros días de máximo sufrimiento de la Humanidad. Y contemplo los rostros en blanco y negro, que no por ello de película, de hombres, mujeres y niños demacrados. Vacíos de esperanzas y de comidas. Se me clavan como ascuas en los ojos, los zapatitos, iguales a los de mis hijos, amontonados en pilas calcinadas... Que no se repita, repito, que no se repita, y que pare ya, para siempre.

La imagen: "Liberación", cuadro de Halina Olomucki, pintora polaca y superviviente.

martes, 6 de marzo de 2012

El hijo de Aracataca





Hoy cumple ochenta y cinco años. Muchas gracias por sus regalos, señor Gabriel García Márquez.
He aquí mi humilde homenaje a tanta generosidad creativa. Un relato brevérrimo inspirado en sus sueños:

Revivió el único de sus cumpleaños al que había asistido su padre con solo cerrar los ojos. Jamás volvió a abrirlos.

La imagen: "Macondo I", de Hernando Nossa, pintor colombiano. Subtítulo: "El canto de un juglar cuando a las cuatro de la tarde volaban los peces y las mariposas".

sábado, 25 de febrero de 2012

La China, tercera parte




En ocasiones, la realidad nos regala momentos que ha robado de algún libro...
Ahí estaba Eduardo, a la espera de su amigo Aurelio, como cada viernes. El bueno de Aurelio, un tipo setentón, sin más interés que el de ayudarlo a conectar con el mundo exterior a través de Internet. No era un tipo pesado, ni especialmente parlanchín. No era un tipo maloliente, de esos que rechaza hasta el más solitario, ni tenía una carpetilla llena de pleitos contra el mundo entero. Tampoco portaba una minicámara digital con la que registrar todos los agravios con los que una sociedad supuestamente hostil lo atacaba.
No, Aurelio era un hombre feliz, casado con su querida Florita hacía ya cuarenta años, con tres hijos, retirado, sano, en fin, un hombre alegre. Había sido profesor y ahora dedicaba sus días, entre otras actividades, a impartir clases de ofimática a invidentes y jubilados. Y es que Florita era ciega y Aurelio siempre decía que ese era el secreto de su largo matrimonio.

Algo más que un haiku



Principios sin fin (o "avui em sento una mica africana" ;))

Listas interminables de ilusiones pendientes.
Si principio es lo que me mueve, que ese principio tenga fin, pero no final.
Y si por principio han de entender el "Érase una vez...", tengo un cajón lleno de principios sin fin.

Fin


La foto: Cécile y yo en nuestro súper espectáculo de danza africana. Junio de 2005. Fotos y risas que se oyen de fondo, Laura Martín de Dios y Laura Manero del Cielo. Qué gran día, amigas, qué gran día... Hubo un momento en que pensé que aquella danza frenética no tendría fin, pero, cuando empezó a fallarme el corazón, creí que el fin estaba muy cerca.

martes, 17 de enero de 2012

Fragor





"Cuando despertó, el Fragasaurio seguía allí"

en memoria de Augusto Monterroso y acordándome de alguien más

Paladas marrones




Hoy, una cita (la traducción del fragmento es propia) del libro On Writing, del chisposo Stephen King.

"Dejar de escribir algo solo porque resulta duro desde un punto de vista emocional o imaginativo es una mala idea. Algunas veces hay que seguir, aunque no te apetezca; otras, estarás creando algo bueno aunque tengas la sensación de estar dando paladas de mierda sin levantar el culo del asiento"



Bien, pues, sigamos... Y sigamos el consejo de nuestro amigo Esteban

miércoles, 14 de diciembre de 2011

La China, segunda parte




Una vez más, Eduardo llegó a casa contando: "Un, dos, tres escalones. Abro la puerta; hay una persona."
-Buenas tardes.
-Eduardoooo, cómooo estáass.
Sin duda alguna, era la señora Ofelia. Otra de tantas que pensaba que la ausencia de visión era una afección del oído.
-Buenas tardes, señora Ofelia.
-Mañaaaana te compro el cupón, que ya es vierneeees.
Viernes, mañana ya era viernes. Qué bien, por fin algo de tiempo libre en casa. Sin tener que ir al kiosko, sin tener que salir a la calle. La semana resultaba agotadora desde que trabajaba para la ONCE. Se sentía muy agradecido, pero nadie imaginaba lo duro que era estar ahí metido recibiendo la visita de desconocidos, muchos de los cuales se dirigían a él como si de una máquina expendedora de boletos se tratase, "acabado en cuatro", a gritos y sin fórmulas de cortesía mediante. Pero él no se quejaba, jamás había protestado en voz alta sobre el tema.
Vender cupones dentro de una caseta era mejor que no vender nada o venderlo acomodado en una silla enclenque en plena acera, como en una playa situada en el lugar menos apropiado.

La foto
Blind beach (playa ciega), California. Foto de Jerry Dodrill (thanks, Jerry)